Actualización 26/04/2004: Bueno, como era de esperar, las cosas avanzan y Linux cada vez es menos inalcanzable: el tema del menú inicio está solucionado y los programas se pueden instalar directamente desde Internet, resolviendo el propio programa de actualización el tema de las dependencias de paquetes. Aunque claro, para esto ¡hay que conectarse a Internet, jua jua jua! (cosa que no es precisamente fácil, si hablamos de los fatídicos módems ADSL).
Actualización 25/12/2003: Nada importante, corrección de algunas erratas.
Ciertamente, ésta no es una opinión específica sobre Debian. Pero como no hay una sobre Linux en general, pues la meto en Debian, que para eso es la que tengo. De todos modos, al final de la opi hablaré un poco de esta distribución. De momento, le daré la puntuación media (cinco estrellas) para que no afecte al cómputo.
Lejos quedan los tiempos en los que instalar Linux en un PC era como darse un paseo por los siete infiernos de Dante. La sola mención de la gesta concedía el carácter de héroe mitológico al valiente que la llevaba a cabo. Incluso a los propios informáticos (esa raza aparte en el universo) les ponía los pelos como escarpias.
Pero los tiempos cambiaron y los encargados de construir aquellas primeras distribuciones se dieron cuenta de que no iban a llegar muy lejos obligando a sus esforzados usuarios a consultar 30 documentos «how-to» (traducido: ¿cómo se hace?) para lograr que funcionara el botón derecho del ratón. Así que, pasito a pasito, los entornos gráficos fueron haciéndose más amigables… o quizá más parecidos al de Windows, no sé. Las instalaciones pasaron asimismo a facilitar la tarea al pobre inconsciente que venía de Windows y quería probar algo nuevo, o quizá (iluso) perder de vista para siempre el sistema operativo de Sir Guillermo.
Y así, hoy en día, nos encontramos con distribuciones como Mandrake, cuya instalación no difiere mucho de la de Windows 98 y que, si el equipo en cuestión posee en sus tripas unos componentes no demasiado raros, deja el sistema listo y preparado para comenzar a funcionar. Botones de inicio, menús, ventanitas que se van a la barra de tareas cuando le das a «minimizar»… todo muy familiar. Así pues, ante nosotros tenemos un sistema operativo libre, gratuito, amigable, potente, estable y con miles de programas disponibles. ¿El fin definitivo de Windows? Bueno, de lo primero a lo segundo media un paso bastante grande.
Es cierto que de la consola de texto y los primerizos entornos gráficos FVWM a los actuales y vistosos Gnome o KDE hay una diferencia notable, pero lo que hay que reconocer es que, para el usuario medio de informática, Linux es cualquier cosa menos amigable. Podría poner muchos ejemplos –a costa de hacer inacabable esta opinión–, pero me detendré en una de las mayores frustraciones de cualquiera que comienza a usar este sistema operativo: la instalación de programas. Id a hacer pis primero, apretáos los machos y agarráos al asiento, porque vienen curvas:
Todo el que crea que en Linux se va a encontrar con un fermoso archivo EXE (o, si apuramos, un ZIP que descomprimir), le va a dar un doble click y tras varias preguntas de perogrullo, el programa va a quedar instalado… va de culo. Si es de los que ha escogido una «compatible RedHat» (como la mayoría de los novatos), se va a encontrar con unos lindos binarios con la extensión RPM. Esos binarios, o bien se instalan con un gestor de paquetes, o bien se va uno a la consola. Naturalmente, los no iniciados escaparán horrorizados de esta última opción, así que toca agarrarse al asistente gráfico.
Pues bien, llegó la hora de comprobar si disponéis de los 7, 8 ó 9 CDs que suelen formar parte de una distribución completa. Si no es vuestro caso y tenéis que tirar de Internet, encomendáos al primer santo que conozcáis. Porque tenéis sueños. Buscáis Linux. Pero Linux cuesta. Pues aquí es donde vais a empezar a ganároslo . Con sudor.
Relato típico de la escena (se han cambiado los nombres, adaptándolos a los programas de Windows, para hacer más comprensibles los terroríficos hechos):
-Mensaje del instalador: Instalando MSN Messenger 5.1…
-[A los dos segundos] Mensaje del instalador:
Fallan dependencias:
librería_de_smileys_cachondos.1.45.0; librería_de_efectos_de_sonido.3.40.01; librería_de_transferencia_de_archivos.2.11.
No se pudo completar la instalación.
-Y tú piensas: «manda cojones, para una mierda programa de chat».
-Así que arrancas el Internet Expl… digoooo, el Mozilla y te vas a RPMfind (que es como una especie de Softonic pero a lo feo) a por las putas librerías. Y buscas la primera de ellas:
librería_de_smileys_cachondos.1.45.0
-Y lo peor es que la encuentras. Mejor dicho, las encuentras. Porque no hay una, sino trescientas. El abanico de expresiones del infortunado suele variar en una amplia gama de muecas, pero la más común es esta -> @_@
-En el mundo UNIX no existen sólo los PCs. También hay Sparc, RPC, Alpha… y cada uno tiene sus librerías (por cierto, los PCs son i386… o i586, i686… depende de lo mal que le fuera el día al que puso el nombre a la librería)
-En Linux no hay una sola distribución. Además de la tuya, existen unas 20 ó 30 más… y cada una tiene sus librerías.
-Dentro de una misma distribución, hay varias versiones… y cada una tiene sus librerías.
-Dentro de una misma versión de la distribución, la librería en sí tiene varias versiones.
-Dentro de cada versión de librería, por increíble que parezca, hay aún más subversiones, cuya existencia obedece a ignotos motivos.
-Así que, una vez escogido el archivo en base a un criterio lógico y adecuado (es decir, tirando unos dados de rol), procedes a bajártelo.
-Ya tienes la famosa librería_de_smileys_cachondos.1.45.0. Ahora sólo hay que instalarla. Nuevamente el asistente gráfico.
-Mensaje del instalador:
Instalando librería_de_smiley_cachondos.1.45.0…
-[A los dos segundos] Mensaje del instalador:
Fallan dependencias: librería_de_adaptación_del_color_amarillo_a_las_X11.56.7.0;
librería_de_transparencia_de_bitmap.3.01.50;
librería_de_concordancia_de_iconos_para_KDE.4.120.3.
No se pudo completar la instalación.
-Si a estas alturas, no has bajado al garage y te has cortado las venas con la rueda de repuesto de emergencia, es que realmente tienes alma de pingüinero.
-Desgraciadamente, las almas son entes muy volubles. Y las del linuxero novato, aún más. Así que, cuando ha pasado media hora y no tienes 3 sino [3×3] librerías que buscar e instalar… y a la hora tienes [3x3x3]… y a la hora y media el exponente ha vuelto a aumentar… y te das cuenta de que el número de librerías tiene a infinito mientras que la paciencia propia, por el contrario, lo hace a cero, es cuando definitivamente vuelves con sus adorados pantallazos azules y las unidades de disco que tienen nombres familiares como A, C y D; en vez de /dev/fd, hda1 y /mnt/cdrom.
Ah, bueno, se me olvidaba. Podemos derivar incluso en casos aún más espantosos. Porque cuando el sufrido usuario se ha hartado de los putos binarios RPM y la madre que los trajo al mundo, puede que (infausto) repare en la existencia de unos programas que se distribuyen de diferente manera. Con una extensión parecida a TAR.GZ ó .TGZ, vete tú a saber lo que quiere decir eso (quién me mandaría a mí alejarme de mis DOC y mis XLS). Y puede que incluso piense que no puede haber nada peor que el infernal gestor de paquetes RPM y que, con un poco de suerte, estos .TGZ se instalarán con un sencillo doble click.
Las carcajadas podrían oirse incluso en Singapur.
Si el descrito proceso de instalación de paquetes RPM es como ponerle un cascabel a un gato rabioso, compilar un programa escrito en C (pues de eso estamos hablando) es como hacer eso mismo con brazos y pies atados y disponiendo sólo de la lengua, con una rinoceronte india encinta cargada a la grupa, al mismo tiempo que se rellena la declaración del IRPF al estilo de los escribas egipcios (con martillo y cincel) y se pinta una imitación de La Gioconda en un camión de reparto de verduras.
¿Y sabéis lo más gracioso? Que si has dispuesto de la conjunción astral perfecta y, por algún complejo designio del destino, el programa ha logrado instalarse en tu disco duro, lo lógico es que, ufano de ti, quieras arrancarlo para ver cómo funciona. Ahora viene lo mejor: ¿¿DÓNDE COÑO ESTÁ?? Porque no, aquí las cosas no funcionan como en Windows: ni hablar de que tengas el iconito listo en Inicio > Programas. Aquí tienes que buscar tú mismo el ejecutable y hacerle un acceso directo. ¿Dónde decía ese how-to que se escondían los ejecutables? ¿En /bin, en /sbin, en usr/bin, en usr/local/sbin, en /dev/null … ? ¿Y qué tal si me ejecuto yo mismo? Bombona de butano abierta, en diez minutos diría adiós a este mundo de desdicha…
En fin, ahora en serio. Linux ha avanzado mucho. Pero muchísimo. Pero aún le queda un buen trecho para alcanzar la facilidad de funcionamiento de Windows. Para que incluso el más inepto, incluso (por qué no) un alto directivo, pueda manejarse quince minutos con él sin tener que llamar al servicio de asistencia técnica. Entonces, cuando esto pase y, por otro lado, el emulador WINE se perfeccione al máximo (y Linux no cargue con el lastre de no poder ejecutar programas comerciales de Windows), entonces sí que podremos hablar de una competencia seria y real al dominio de Microsoft en el mundo del PC.
En cuanto a Debian… pues es todo lo relatado, pero elevado al cubo. Según se dice, es la distribución más profesional, y también la más cercana al espíritu Linux originario. También es la más jodida, por supuesto. Después de haber probado Mandrake y SuSE, tenía ganas de enfrentarme a una distri más estable y menos metomeentodo. De momento la he instalado, que es relativamente lo más sencillo. Ahora toca el proceso de afinación y, de momento, ya tengo lo mío para configurar el ratón. Pero eso es lo divertido de Debian: te lees cien documentos, te pasas las horas muertas con la consola, das cabezazos mil contra el teclado y, un buen día, lo tienes todo perfecto y configurado.
¿Qué más se puede pedir? 😉